En sesión.

Una sesión especial que nos apetecía mucho a los dos, con las reglas muy claras y el contador a cero.

Él siempre me ha dicho, y lo sé, que le gustaba empezar las sesiones con la sumi de pie, manos en la nuca, piernas separadas y él rodeándola y explicándole como iba a ser la sesión y lo que esperaba de la sumi. Y eso, dice, lo hacía para tranquilizar... bueno, bueno...

A mi me cortaba el trago porque muta: le cambia la voz, baja el tono, susurra, se mueve a tu alrededor; en penumbra y con los ojos cerrados o semi cerrados, le sientes, notas su aliento en tu nuca, notas su seriedad, te habla desde la espalda, te dice, te ordena, se calla, te toca, te roza.... te mata.

Esta empezó casi igual. Me había pedido que no llevara ropa interior, la primera vez que lo hace, y fuera con el hábito puesto. El hábito es un vestido de seda oscuro jaspeado, tobillero, de escote redondo a cuatro dedos de la caja y con botones de arriba abajo.

Quieta. De pie. Manos en la nuca y ojos cerrados.... y a partir de aquí.

A partir de aquí, me cuesta seguir el orden, pero no creo que a él le importe.