En sesión, 2ª parte.

Ya sé que no es nada -que todos los amos lo piden (yo misma ya lo había probado pero sólo en casa o en la calle con pantalones, o sea que no cuenta), que hay tangas que sólo tienen el nombre porque son poco más que nada- pero salir del trabajo vestida de y para sesión, aunque invisible para todos, ir a la cafetería que está situada justo enfrente, esperarlo, comer con Él, ya era un buen comienzo.

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09/10/2009 (volvemos a la sesión)__ De pie, con las manos en la nuca, piernas abiertas y el Amo dando vueltas a mi alrededor explicándome las normas básicas.
Lo siguiente que recuerdo es que me subió el vestido y me cubrió con él. Una sensación extraña y maravillosa al mismo tiempo; no me ahogaba podía respirar, no me había cegado pero no veía; totalmente expuesta y entregada a él, le sentía pero no podía moverme ni tocarle.

Sentía como sus manos y la fusta me acariciaban de arriba abajo, de abajo a arriba por todo el cuerpo, alternándose. Notaba pellizcos y estrujones en el pecho y los pezones, sus tetas como las llama él, notaba caricias o azotes cuando y donde menos lo esperaba, mi culo cambió de color. Sentí como mi sexo le llamaba y sentí como él se vengaba con su rechazo y la fusta, no era el momento.

Cuando cuando él quiso, cuando se cansó de martirizarme, el hábito saltó por los aires y a un simple gesto suyo me vi de rodilla a sus pies. Incisivamente, marcando su ritmo, me interrogó... y yo sin entenderlo, sin entender que pretendía. Las preguntas más sencillas, las que parecen simples o tontas son las más difíciles de contestar, les temo más que a las examen-preguntas, porque ¿cómo puede preguntarme eso?, pero ¿qué quiere? ¿qué quiere que le diga? ¿le he entendido bien? ¿el completo, sólo el suyo?

A cada duda, a cada expresión de mi cara, MrQ añadía una pinza en mi pecho. Pinzas he llevado desde el primer día, como todas, pinzas que a veces duelen y otras ni las notas. Esta vez, dolían y mucho. Las ponía para eso... MrQ tiene una técnica increible, sabe como hacer que no las notes, sabe darte placer... y sabe como hacer que sean insoportables, sin ni siquiera tocarlas... que las tocó.

Y con esas dudas y las pinza colocadas y en moviemiento le volví a oír preguntar, digamos que por enésima vez - ¿Cómo te llamas?
Le contesté muy bajito y esperándome la del pulpo, - sor, Mi Amo- y como no me puedo estar quieta ni callada, añadí -¿el Amo no lo recuerda?

Me la había ganado... y, como casi siempre, sin ayuda.

(seguirá)