A muerte, lo odio a muerte

Imagen de Ron Tetteroo

Odio a muerte como me quedo y las sensaciones que tengo después de las sesiones.

Paso tantos nervios antes que cuando acaba la sesión en vez de estar sólo feliz y relajada, lo primero mucho lo segundo es imposible al menos por ahora, me entra un bajón de padre y muy señor mío. Me desplomo. Y ahí nos ves, el Amo contento y radiante y la sumi fundida viva.

Y paso tantos nervios, antes porque iba con la inseguridad de que el señor Amo saliese corriendo y ahora porque quiero que todo salga no bien sino perfecto: Quiero hacerle y que se sienta muy feliz cuando estamos juntos. Quiero verle y sentir que disfruta. Quiero disfrutar con él.

Eso unido al me acuerdo de Santa Barbara cuando truena, esto es, que podría estar mejor depilada, que el armario está lleno de no se que ponerme, que si la pedicura, que si esto, que si lo otro, que si puñetas...

Es un desgaste tremendo y lo pago después, aunque la sesión haya sido de lo más tierna y cariñosa, como la de ayer, en la que mi mío Amo me dejó que me lo comiera vivo, que lo saboreara enterito, en la que hubo mimos y mimitos, besos, achuchones, abrazos y...
Y para remate de sesión, no literalmente claro, ayer me visitó la roja, adelantándose pero sin dolor. Eso no ayudó a que me encontrara mejor y me tomé por la esquina un comentario banal que colgó mi Amo... aunque lo discutimos sobradamente.

Suerte tengo que él, mi Amo, tiene paciencia para parar un tren...